Cómo sorteó el cardenal Prevost el obstáculo de ser estadounidense para convertirse en papa

Un pontífice con raíces en dos mundos

La elección del cardenal Robert Francis Prevost como papa León XIV sorprendió al mundo católico no solo por su velocidad fue elegido al segundo día del cónclave sino por su nacionalidad. Nacido y educado en Estados Unidos, el nuevo papa asumió el liderazgo de la Iglesia católica pese a un obstáculo que, durante décadas, fue considerado insalvable: su pasaporte estadounidense.

Prevost parecía venir de dos mundos a la vez. Aunque estadounidense, forjó gran parte de su misión pastoral en Perú, donde no solo fue obispo sino también un profundo conocedor de las necesidades eclesiales latinoamericanas. Además, dirigió la Pontificia Comisión para América Latina, consolidando su vínculo con una de las regiones más dinámicas del catolicismo global.

La bendición de Francisco y una hoja de vida estratégica

Prevost no llegó al papado desde la periferia vaticana. Fue nombrado por el papa Francisco como prefecto del Dicasterio para los Obispos, un cargo de gran peso que le permitió moldear el futuro de la Iglesia mediante la selección de nuevos prelados. Su gestión demostró tanto lealtad como visión reformista, lo que tranquilizó a los sectores liberales y reformistas dentro del Vaticano.

Su liderazgo previo de la Orden de San Agustín evidenció sus habilidades para manejar instituciones religiosas complejas a nivel global, y su sólida formación teológica ofrecía garantías a los sectores conservadores.

Una Iglesia más allá de las fronteras

Durante mucho tiempo, la nacionalidad estadounidense fue vista como un impedimento en la elección de un papa. Temores sobre una excesiva alineación con la potencia global y su política exterior solían pesar en las votaciones del cónclave. Pero el contexto cambió. El mundo multipolar y una Iglesia menos centrada en Europa permitieron que los 133 cardenales electores priorizaran las cualidades pastorales, doctrinales y de gobierno por encima del pasaporte.

El factor nacionalidad dejó de ser determinante, afirmó el analista vaticano John Allen. Prevost cumplía todos los requisitos.

El simbolismo del nombre: León XIV

El nuevo pontífice eligió llamarse León XIV, un gesto interpretado por distintos sectores como una señal de su orientación. Para algunos católicos progresistas, evoca al papa León XIII y su encíclica Rerum Novarum, piedra angular de la doctrina social de la Iglesia. Para otros, más conservadores, el nombre sugiere una defensa de los valores tradicionales frente al relativismo moral contemporáneo.

Está comprometido con la doctrina social de la Iglesia, dijo Thomas Reese, sacerdote jesuita y analista vaticano. Mientras tanto, Ashley McGuire, de la Asociación Católica, subrayó su aparente apego a valores morales firmes.

Continuidad reformista con tono pastoral

Tras más de una década de transformaciones bajo el papa Francisco, el Colegio Cardenalicio parecía buscar continuidad con un estilo distinto: menos confrontativo, más apacible. León XIV representa esa transición: moderado en el tono, firme en la doctrina, conocedor de Roma pero también del mundo.

En su primer discurso desde el balcón de la Basílica de San Pedro, el papa dijo en italiano:

Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, tendiendo puentes, dialogando, siempre abierta a recibir con los brazos abiertos a todos.

Mencionó la sinodalidad, palabra clave en el lenguaje eclesial que revela su compromiso con la visión de una Iglesia que escuche, que consulte, y que no gobierne exclusivamente desde Roma.

Primeros gestos y una señal de rumbo

El nuevo papa recuperó algunas tradiciones como usar la capa pluvial que Francisco había dejado de lado pero no dudó en agradecer a su antecesor, diciendo: ¡Gracias, papa Francisco!, provocando una ovación de la multitud en la plaza de San Pedro.

Horas después de su elección, aún es incierto cómo gobernará León XIV, pero su discurso inaugural ya trazó una dirección clara: justicia social, escucha activa, comunión con los fieles y fidelidad al espíritu reformador que ha marcado a la Iglesia en los últimos años.

Ahora, como él mismo reflexionó años atrás, ya no es solo un pastor en comunión con el papa. Ahora, ese papa es él.